La pintura de niños fue un tema poco trabajado entre los artistas y pintores novohispanos. Sin embargo, Cristóbal de Villalpando resulta ser una excepción. En muchas de sus obras, ya fuera dentro de la escena o bien en forma de querubines, acostumbró pintarlos.

Debido a que San Luis Gonzaga (1568–1591) fue relacionado con la educación y la juventud, la pintura está dedicada a este tema. En ella el pintor representó al jesuita dirigiendo una clase para otros niños en la Ciudad de Roma.

En primer plano, se observa a dos niños sentados escuchando las enseñanzas, uno de ellos mira hace espectador. Arriba de una estructura, destacando entre el resto de los niños, se observa entre dos adultos a un niño de vestimenta noble, haciendo ademanes y con un halo de santidad sobre su cabeza.

A los pies del niño se encuentra otro sentado sosteniendo entre sus manos una tablilla con el abecedario. En segundo plano, del lado izquierdo, uno de los niños que están de pie, sostiene un libro y dirige su mirada al personaje principal, a su lado hay otro niño con indumentaria campesina, sombrero de ala ancha, pies descalzos y un collar con un medallón al frente.

Por la ubicación del niño en la composición, su vestimenta y el halo, el personaje central hace referencia a San Luis Gonzaga, que desde temprana edad advirtió su vocación religiosa renunciando con tan solo diez años de edad a su vida de noble.