COLECCIONES

Pelegrín Clavé y la representación del estatus social durante la segunda mitad del siglo XIX en México

En el año de 1843 se habían cumplido 62 años de la fundación de la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España, los cambios en el país habían afectado considerablemente la estabilidad de la escuela de artes que para la fecha se encontraba en franco declive, debido a que las obras que se producían en sus aulas aún se encontraban fuertemente influenciadas por la estética novohispana, y eran consideradas como obras de arte hierático[1] y cargadas aún de simbolismos prehispánicos que contrastaban con las obras de arte europeas, que poseían una mayor complejidad en su composición y elaboración.

Con la idea de reivindicar la labor de la Academia de San Carlos[2] y evitar su inminente desaparición, un grupo de gente cercana al gobierno encabezados por José Bernardo Couto y Javier Echeverria, pidieron el respaldo económico del entonces presidente de México Antonio López de Santa Ana para la restauración y reconformación de la academia. Fue así que con el aval del presidente y el soporte económico de la Lotería Nacional, comenzaron una minuciosa búsqueda de nuevos profesores de arte, que pudieran otorgarle a la academia un estatus equiparable a cualquier escuela de arte europeo, con esta consigna fue que buscaron profesores provenientes de la academia de San Lucas en Roma, no solamente por el prestigio que suponía la estética purista que se enseñaba a sus alumnos, sino principalmente porque en dicha academia se fomentaba un arte que tenía como principal consigna la reivindicación moral a partir de las enseñanzas bíblicas; representaciones como la rivalidad entre Caín y Abel o entre José y sus hermanos, eran temas frecuentemente tratados por los pintores de San Lucas[3], y debido a que el grupo interesado en el resurgimiento de la Academia de San Carlos era principalmente conservador, vieron en estas obras una oportunidad de orientar ideológicamente a los intelectuales y gente cercana al arte en México, de esta manera los pintores podrían hacer  analogías entre las confrontaciones de los pasajes bíblicos y la rivalidad que existía entre conservadores y liberales, representando siempre al ala conservadora del lado del bien y la verdad.

En el año de 1843 se habían cumplido 62 años de la fundación de la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España, los cambios en el país habían afectado considerablemente la estabilidad de la escuela de artes que para la fecha se encontraba en franco declive, debido a que las obras que se producían en sus aulas aún se encontraban fuertemente influenciadas por la estética novohispana, y eran consideradas como obras de arte hierático[1] y cargadas aún de simbolismos prehispánicos que contrastaban con las obras de arte europeas, que poseían una mayor complejidad en su composición y elaboración.

Con la idea de reivindicar la labor de la Academia de San Carlos[2] y evitar su inminente desaparición, un grupo de gente cercana al gobierno encabezados por José Bernardo Couto y Javier Echeverria, pidieron el respaldo económico del entonces presidente de México Antonio López de Santa Ana para la restauración y reconformación de la academia. Fue así que con el aval del presidente y el soporte económico de la Lotería Nacional, comenzaron una minuciosa búsqueda de nuevos profesores de arte, que pudieran otorgarle a la academia un estatus equiparable a cualquier escuela de arte europeo, con esta consigna fue que buscaron profesores provenientes de la academia de San Lucas en Roma, no solamente por el prestigio que suponía la estética purista que se enseñaba a sus alumnos, sino principalmente porque en dicha academia se fomentaba un arte que tenía como principal consigna la reivindicación moral a partir de las enseñanzas bíblicas; representaciones como la rivalidad entre Caín y Abel o entre José y sus hermanos, eran temas frecuentemente tratados por los pintores de San Lucas[3], y debido a que el grupo interesado en el resurgimiento de la Academia de San Carlos era principalmente conservador, vieron en estas obras una oportunidad de orientar ideológicamente a los intelectuales y gente cercana al arte en México, de esta manera los pintores podrían hacer  analogías entre las confrontaciones de los pasajes bíblicos y la rivalidad que existía entre conservadores y liberales, representando siempre al ala conservadora del lado del bien y la verdad.

Tras concursar y ganar la plaza de maestro de pintura de la Academia de San Carlos, el pintor catalán Pelegrín Clavé se embarcó a la ciudad de México en el año de 1846[4] con la encomienda de formar a una generación de pintores que pudieran realizar un arte que honrara a la nación, fue así que tras cerrar la Academia de San Carlos por un año para su rehabilitación, puso en marcha un nuevo plan de estudios en el que priorizaba la enseñanza del dibujo y perspectiva, además de incentivar a sus alumnos para que ejecutaran composiciones originales con temáticas bíblicas.

Durante los veintidós años que Pelegrín Clavé permaneció en territorio nacional dispuso su arte al servicio del proyecto cultural de los conservadores y del clero, esta cercanía con la clase más encumbrada de México le valió a Clavé la posibilidad de convertirse en el pintor retratista más solicitado del país, con el tiempo se comenzó a considerar un signo de distinción que el director de la Academia de San Carlos realizara una efigie de ellos, pues además de ser un privilegio, Clavé era capaz de retratarlos de la manera más favorable posible, mostrando en sus poses un gran poderío y en su entorno e indumentaria signos inequívocos de una gran riqueza.

La elaboración de retratos para familias acaudaladas y conservadoras del país, fue para Pelegrín Clavé una generosa fuente de ingresos, estas obras son testimonios de una visible complicidad entre el pintor y sus clientes, en donde el retratista pretende plasmar además de la posición social, un alto nivel moral.

Retrato de caballero

Pelegrín Clavé

(Barcelona, España, 1811-Barcelona, España,1880)

1862

Óleo sobre tela

México

En la colección del Museo Franz Mayer se encuentra la obra Retrato de caballero, ejecutada por Pelegrín Clavé en el año de 1862. Para esta pieza el pintor coloca al retratado observando al espectador y en una posición de tres cuartos, que permite crear una composición triangular y equilibrada. Gracias a un boceto previo de esta obra[5] sabemos que en un principio la posición del retratado era más libre y suelta, contrastando con la rigidez de composición final. De este mismo modo en un principio el pintor había contemplado dejar al retratado con las manos libres; sin embargo, para la versión final el retratado sostiene en su mano derecha un bastón de mando, elemento muy utilizado en los retratos europeos del siglo XVIII y que denotaba importancia y poderío.

Una de las grandes características en los retratos de Pelegrín Clavé es, sin lugar a dudas el refinamiento que el pintor emplea en los detalles, tal es el caso del chaleco de seda que porta el protagonista de esta obra, en este se hacen presentes los brillos y pliegues tan característicos de esta tela, y que el pintor logra crear con apenas unas cuantas pinceladas, ya que Pelegrin Clavé no utilizaba empastes en sus obras, pues las texturas que el pintor ejecutaba, las lograba a partir de una sola intención.

El pintor también fija la atención del espectador en el rostro del personaje, en donde se hace evidente un trabajo sofisticado en el tratamiento de la expresión logrando un gesto que muestra el carácter y seguridad del retratado. 

En esta pieza es notoria la implementación de técnicas pictóricas novedosas para la época y que eran herencias de los maestros retratistas de Pelegrín Clavé, como fue Federico de Madrazo y Franz Xaver Winterhalter. Sus pinceladas son finas y alargadas, creando la sensación de mayor realismo tanto en el tratamiento de la piel como en la texturización de las telas, aunado a esto el uso del color aporta al retrato mayor luminosidad que le otorga a los retratos mayor profundidad.

Con sus retratos Pelegrín Clavé buscó consolidar la imagen del mexicano de clase social alta, mediante representaciones en las que conjuga aspectos esenciales como la búsqueda del buen vivir, a partir de las buenas costumbres y la moral.

[1] Eduardo Báez, Historia de la Escuela Nacional de Bellas Artes: Antigua Academia de San Carlos, 1781-1910, Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela Nacional de Artes Plásticas, 2009, p.79

[2] Después de consumada la Independencia de México, la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España cambio su nombre a Academia de San Carlos, retomando una vez más el nombre de Real Academia de San Carlos entre 1964 y1967, durante el Segundo Imperio Mexicano.

[3] Lucinda Gutiérrez y Luis-Martín Lozano, Arte de las Academias: Francia y México, siglos XVII-XIX, Antiguo Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México, 1999, p.235

[4] Salvador Moreno, El pintor Pelegrín Clavé, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1966, 38

[5] El boceto de la obra Retrato de caballero, se encuentra en una colección particular en la Ciudad de México y puede ser consultado en: Salvador Moreno, El pintor Pelegrín Clavé, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, Ilustración 176 bis.

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